Reportaje: La extraordinaria contribución de las mujeres de los socios


Texto e imágenes: Natalia Pelaz

El dicho ha trascendido hasta nuestros días como ‘detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer’ y, aunque la frase original de Groucho Marx tenía un punto de humor ácido, el significado con el que se ha conservado bien podría resumir el papel de la mujer rural que habita nuestros pueblos. Son ellas las que apoyan y sostienen con su trabajo y dedicación la vida en el campo. Las mismas que se levantan sin despertador y por las que no se enfría la comida en el plato. 

Estamos en Corrales del Vino, Zamora, con Loli, Teresa y Lucía, tres generaciones de una misma familia de socios, que abrazan la agricultura desde la cuna. Las tres viven en la localidad y “no hay motivo para pensar en irse a otro lugar”, explica la más joven de ellas, Lucía de apenas 18 años. 

Tienen formas distintas de hacer las cosas, pero en las tres se aprecia que siempre están ahí para lo que haga falta. Como cuenta Teresa que más de una vez se ha subido al tractor con su marido Fernando.

Bodas plata y oro

Loli y Ángel van a cumplir 48 años de casados. Juntos han recorrido medio mundo viajando con ACOR y han hecho grandes amistades. Sus bodas de plata las celebraron en Centro Europa, también con un grupo de la Cooperativa. Loli sigue viajando, pero Ángel solamente la acompaña cuando su explotación de remolacha, colza y trigo, entre otros, se lo permite. “También mi madre, que va a cumplir cien años, ha viajado con los grupos”, añade.

Ella forma parte de la Asociación Cultural de Santa Águeda desde la década de los 80 explica el día de tal onomástico, el 5 de febrero, y desde este año le acompañará también su nuera Teresa para compartir las actividades culturales que se organizan para ellas. Para Lucía Las Águedas pueden esperar y cuando se decida a entrar en el club podrá tocar el tambor o la caja como hace en San Juan, por ejemplo.

Recoger el testigo

Entre test y test de autoescuela, Lucía se atreve a mover el tractor en la tierra mientras toma el desayuno y se le cae alguna miga. Está estudiando un grado medio del que solo le queda una asignatura para poder 

dedicarse a lo que le gusta, la agricultura y el campo. Su padre y su abuelo le están enseñando todo lo que saben y ya empieza a entender por qué algunas jornadas terminan a las diez de la noche y tiene, como asegura risueña “horario de señor mayor”. “El que manda sigue siendo el abuelo. Me gusta absolutamente todo, menos poner tubos”, comenta.

Está estudiando para aprender y para quedarse donde vive. “De aquí no me muevo. No me voy de mi casa”, afirma rotunda. 

Lucía asegura que puede hablar con su padre 5.000 veces al día y con su abuelo otras 10.000. “Mi padre me ayuda con la formación”, afirma la benjamina. Además, se siente muy afortunada “por no tener que empezar desde cero”. 

En su clase son casi todos chicos, así que las pocas “valientes” que han elegido este camino, como ella, es porque lo tienen muy claro. El abuelo Ángel refiere que Lucía ha tenido que aprender “por narices o por razones”, comenta con cariño.

Menús para llevar

Teresa se emociona al escuchar a Lucía porque habla desde la juventud y el corazón. Ella ya ha recorrido un camino más largo y aporta con su experiencia a la preparación de sus hijas y gestiona lo que se necesita en casa. “En mi tiempo libre siempre me ha gustado salir al campo”, por eso se muestra encantada con la decisión de Lucía de seguir con la explotación. Como le aconsejó uno de sus profesores a optar por el grado medio y trabajar.  Para Teresa la principal dificultad está en que “si un joven quiere emprender entre las tierras y los aperos rápidamente se puede arruinar”.

En su caso, “sí que he puesto alguna llave, he abierto algún aspersor o he movido alguna placa”. Si ellos madrugan, ella también. “Más de un día he preparado la comida y han terminado llevándose el pescado en un bocadillo”, cuenta sin resignación. Porque si su marido estaba cosechando había que pensar un menú para comer en casa o que se pueda llevar en la mochila. 

La estabilidad y el futuro

Para las tres corralinas los tiempos han cambiado y no han conocido las mismas realidades, pero han conseguido forjar una familia unida que sigue adelante donde quiere estar. Esta misma realidad es la que viven tantas y tantas mujeres del mundo rural en Castilla y León, puesto que juegan un papel fundamental aportando desarrollo agrícola y la estabilidad que necesitan sus hogares. 

Según datos de las Naciones Unidas, las mujeres rurales suponen el 25% de la población mundial. Ellas son quienes contribuyen a revitalizar los pueblos que habitan y a salvaguardan las tradiciones. 

ACOR reconoce que esta figura, junto con los jóvenes, es imprescindible para la continuidad del proyecto en el que trabajan sus socios y socias.

El testimonio de arraigo y dedicación de Loli, Teresa y Lucía es un reconocimiento a todas las mujeres de los socios de ACOR que apuestan por el medio rural como forma de vida. La herencia que recibirán sus hijos y nietos de grandes mujeres, que son el futuro del campo.