
- Alberto Díez, socio de ACOR natural de Villaverde de Medina (Valladolid), once años de experiencia e innovación al servicio de la remolacha
Texto e imágenes: Natalia Pelaz
Alberto Díez Cabezas es socio de ACOR desde hace casi once años, aunque su vinculación con la remolacha comienza a una edad temprana, cuando acompañaba a su padre Joaquín (‘Janín’ para sus paisanos y amigos) a arrancar en las camp
añas del norte y del sur de la provincia. “Tendría unos quince años cuando nos desplazábamos hasta Jerez”, recuerda Díez.
Además, esta historia familiar sigue su curso porque padre e hijo continúan viviendo en su pueblo Villaverde de Medina (Valladolid). Gracias al oficio de arrancar remolacha, Alberto decidió dar el salto a la agricultura con su propia explotación en la que cultiva remolacha, patatas, cereal, guisantes, cebada y, en ocasiones colza o trigo. También cuenta con un viñedo de variedad verdejo aledaño a la explotación de regadío y entrega la uva a bodegas de la D.O. Rueda.
Pasión muy rentable
Una de las joyas de la corona en la nave de Alberto es la maquinaria. Con ella llegó el vínculo con la agricultura y sigue prestando servicio a varios pueblos de la zona. “Nos gusta arrancar nada más abrir la fábrica, así que en intercampaña aprovechamos para el mantenimiento mecánico porque en campaña la máquina no para”, comenta entusiasmado.
Al disponer de su propia máquina de arranque, Alberto está en contacto con el servicio de módulos de ACOR para trabajar en el abastecimiento de la instalación de Olmedo.
Las medias en su explotación rondan las 130-140 toneladas por hectárea. “La remolacha es un cultivo que no da la lata y es muy agradecida”, asegura Alberto, que no escatima en abono y suele regarla un día sí o un día no en función del calor y de cómo vea la salud de la planta.
Balsa y fotovoltaica
En el año 2019 este socio se embarcó en la aventura hacia un riego más eficiente con la instalación de paneles solares en su explotación. “Desde el principio tuve claro que iba a invertir en ello y estoy muy satisfecho”, confirma. Cree que la modernización y estar a la última es imprescindible para rentabilizar los costes de producción, “sobre todo entre la gente joven”.
Muy cerca de la instalación fotovoltaica está la balsa con capacidad para casi un millón de litros de agua para regar sus cultivos. También hay que añadir que a Alberto le gustan las tecnologías que se espera que lleguen al campo, como los drones, cámaras u otras novedades punteras, que hacen que para él su jornada de trabajo sea entretenida. Mientras que sus remolachas lucen sanas, él disfruta y sigue especializándose en regadío.
Apuesta firme por la remolacha
Para Alberto Díez, la remolacha sigue siendo el cultivo estrella de su explotación. Lo considera una base sólida sobre la que construir un modelo agrícola rentable y sostenible. “La remolacha es noble, responde bien cuando la cuidas y garantiza una estabilidad que otros cultivos no siempre ofrecen”, comenta. Cada campaña planifica con detalle la siembra, la rotación y el calendario de riegos para sacar el máximo rendimiento sin agotar la tierra.
Su confianza en este cultivo también se apoya en la seguridad que le proporciona ACOR, tanto por el respaldo técnico como por el ingreso mínimo garantizado. “Saber que tu trabajo tiene salida y un precio justo da tranquilidad para seguir invirtiendo”, asegura. Por eso mantiene un seguimiento constante de la evolución de sus parcelas, ajustando el abonado, el riego y el control de malas hierbas según las recomendaciones de los técnicos.
En su opinión, la remolacha es un ejemplo de cómo el esfuerzo conjunto entre los socios agricultores y la Cooperativa puede mantener vivo un sector que da vida a los pueblos. “Detrás de cada hectárea hay muchas horas de trabajo, pero también la ilusión de seguir viendo crecer algo que forma parte de nuestra historia”, afirma con orgullo.
Un chico del pueblo
Alberto es un agricultor joven que aún no ha cumplido 40 años y no tiene ninguna intención de moverse de Villaverde de Medina. Allí viven también sus padres y la familia política. “Una suerte haber elegido quedarme y poder hacerlo”, confiesa. A poca distancia tiene Medina del Campo con todos los servicios que ofrece un pueblo de su categoría y, por autovía, se planta en Valladolid en menos de una hora. Conoce a sus vecinos y ellos le conocen a él. La vinculación con la agricultura y con su pueblo no desaparecen.
Este municipio vallisoletano supera los 500 habitantes, con el consecuente crecimiento durante los meses de verano, también ofrece sus atractivos de entretenimiento y tranquilidad, al disponer de opciones de ocio para mayores y pequeños, centro médico, etc.
Villaverde de Medina, tierra de arraigo
El pueblo de Alberto conserva el espíritu agrícola de la comarca. Villaverde de Medina ha sabido combinar el legado de las generaciones anteriores con la modernización de las explotaciones, convirtiéndose en ejemplo de cómo el medio rural mantiene su vitalidad. Su proximidad a Medina del Campo facilita el acceso a servicios sin perder la tranquilidad del entorno, lo que anima a jóvenes agricultores como Alberto a seguir apostando por vivir y trabajar en su tierra.