Reportaje | «Papá, ¿hoy ha caído algo?»: Víctor Ángel y Beatriz, saga de remolacheros

  • Víctor Ángel y Beatriz Alonso, padre e hija, son dos socios con explotaciones en la localidad de Honcalada (Valladolid) unidos por la ilusión que ponen por el cultivo de la remolacha en cada campaña

Texto e imágenes: Natalia Pelaz

Hay orgullo y bastante tranquilidad cuando Víctor habla sobre cómo su hija quiere seguir sus pasos y quedarse con su parte de la explotación cuando se jubile. Para eso faltan siete años o más, pero Beatriz no podía esperar. Nada más terminar el bachillerato, se matriculó en ingeniería agrícola y se fue a Salamanca a estudiar durante los cuatro años de la carrera. “Más de un crédito nos ha salido gratis porque sacaba matrícula en alguna asignatura”, recuerda Víctor Alonso.

Beatriz no iba de farol. Tanto es así que, en cuanto volvió a casa, comenzó a trabajar en una asesoría agraria y se rodeó de agricultores y ganaderos, esperando el momento de ser una más. Desde hace casi dos años, Beatriz es socia de ACOR. Sigue mirando qué hace su padre, el maestro, pero ella es la capitana de su explotación y de su PAC. “Los conocimientos que ha adquirido mi hija me vienen muy bien porque en el campo cada vez hay que hacer más papeles”, suspira. Si bien, Beatriz ha tenido mucha suerte “sobre todo en la parte práctica porque no he dejado de salir al campo”.

Una saga de remolacheros

Víctor Ángel es hijo, nieto de agricultores y socio de la Cooperativa desde hace más de 40 años. “Recuerdo cuando venían las cuadrillas de andaluces a entresacar la remolacha y ahora cómo ha cambiado todo”, le explica a Beatriz que escucha atentamente. Él cuenta que muchos inviernos los ha pasado sacando remolacha y que “ahora todo se termina en una mañana”, gracias, entre otros avances al sistema de módulos. “Ahora se vive mejor y se ha ganado en calidad de vida”.

“Hubo un año en el que, por cuestiones climatológicas, no pude sembrar remolacha y sentí como si me faltara algo”, afirma. Junto a este cultivo, al que tienen un cariño muy especial, cultivan patata, colza, cereales y alguna leguminosa para completar la rotación de cultivos. 

Otro que siempre ha estado al pie del cañón es el padre de Víctor Ángel, que ya está retirado, pero “el abuelo siempre está encima”, añade su nieta risueña. “Mi padre tenía un obrero y yo hace tiempo que llevo mucha más labranza yo solo”. Ahora la formación de Beatriz puede aportar mucho a sus parcelas, “esperemos que la explotación familiar pueda llevarse en unos años juntos”, apunta.

Honcalada cultivable

En la localidad de Honcalada, a unos 20 kilómetros de Medina del Campo, viven apenas seis habitantes durante todo el año. “Para mi hermana y para mí pensar en verano es pensar en el pueblo y lo recuerdo con mucha emoción”, cuenta Beatriz. “A mí me trajeron de bebé y, aunque ya no vivimos aquí, vengo todos los días del año”, comenta Víctor. Quien en más de una ocasión tiene que echar un ojo por los dos. “Ella a veces no puede venir, pero ahora la agricultura no se trabaja sólo desde el campo y es muy preguntona”, refiere sobre su hija. “Reconozco que quiero estar enterada de todo. En cuanto veo que va a llover, al primero que llamo es a mi padre”. No es de extrañar que en casa de los Alonso el tiempo sea un tema recurrente y en más de una ocasión les hayan echado del salón por hablar tanto de agricultura. Por eso Beatriz no puede reprimir preguntar, “papá, ¿hoy ha caído algo?”.

Tradicionalmente siembran la remolacha los primeros días del mes de marzo, salvo excepciones como este año, que lo han hecho el 8 de abril y otra a finales del mismo mes. En cuanto al riego utilizan pívot y cobertura con sondeos de aguas subterráneas de la comunidad de regantes, algo que les ha dado “tranquilidad”, confirman.  

El término de Honcalada cuenta con 1.700 hectáreas, de las cuáles unas 1.200 son tierras de labranza. “Lamentablemente quedamos cuatro agricultores”, cuenta Víctor, a pesar de que él siente una profunda alegría por tener el relevo consolidado.

Cambiar la lluvia

Cuenta Beatriz que cuando era muy pequeña su padre le decía, “me voy a cambiar la lluvia”, en referencia a abrir o cerrar los remates del riego. Y eso es lo que ella decía que hacía su padre, como si hablara de un auténtico mago. Ahora ha llegado el momento de los consejos de verdad. “En el campo nos exponemos mucho por el capital, pero es un trabajo bonito en el que te mandas tú”, insiste Víctor mientras confirma que a veces se exige demasiado.

“Has tratado de ser un agricultor que prospera y no acomodarte”, asegura Beatriz con admiración en la voz.

Ella sabe que el trabajo es sacrificado, además, se pasa el día charlando con otros agricultores. Sin embargo, siempre ha tenido claro que no se desvinculará, ni arrendará las tierras de la familia. 

Importante también es sentirse comprendido en casa. “Mi mujer sufre conmigo la agricultura”, dice Víctor Ángel. En cuanto a Beatriz, su pareja también es agricultor y “un gran conocedor en temas de maquinaria”. 

Este padre e hija remolacheros están en sintonía y son buenos cómplices. Son una familia unida por la misma pasión. Beatriz es una mujer joven y preparada, que elige recoger el testigo de las mejores manos, del mejor profesor que podría tener.

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